Apenas hace unas horas llegué al lugar donde me hospedaré durante el mes de marzo. Son curiosos los caminos por los que nos lleva la vida cuando decidimos soltar y confiar. El 2024 fue el año donde más talleres de escritura impartí, lo disfruté mucho. Pero eso me hizo cuestionarme —¿es esto lo que quiero hacer de mi vida?
—No.
Fue la respuesta.
Lo que le da sentido a mi vida es sentarme a escribir. Es admirar la belleza y escribir de ella. Es quedarme pasmada viendo un atardecer, admirando los colores, contemplando el infinito. Es enmudecerme al ver a dos personas caminando tomados de la mano por la calle. Es admirar el talento innato con el que alguien logra pausar el tiempo cuando toca un instrumento.
Es hablar del dolor como si llevara una vida viéndolo a los ojos. Es perderme en los libros que me abren no una, sino cientos de puertas donde logro ver más allá de mi propia realidad. Hay tanto en el mundo. Tanto que desconocemos. Hay belleza en el dolor. Hay tanto amor en lo que uno considera una pérdida. Lo que le da un verdadero sentido a mi existencia es dejarme conmover por la vida. Y dejar constancia de ello, escribiendo.
Fue en diciembre cuando tomé la decisión de despedirme de Guadalajara, la ciudad en la viví los últimos 3 años. Mi siguiente destino era Ciudad de México, estaba lista para la ciudad, confiada de que era el lugar al que tenía que llegar. Empaqué mis libros, y empecé a buscar con quién compartir un departamento precioso que estaba libre. En mi búsqueda, me apareció una habitación que alquilaban en Madrid. Era una habitación preciosa con un pequeño balcón que daba hacia la calle.
—Cuando veas una puerta ve tras ella, cuando cruces esa puerta habrá otra puerta esperándote, y detrás otra— fueron las palabras de mi padre. Siempre hay una puerta esperándonos, pasa que a veces creemos que podemos ver el mundo tras una ventana, cuando es necesario atrevernos a salir de nuestras cuatro paredes.
Como fiel admiradora de la belleza, esa habitación no solo llamó mi atención sino que me hizo cambiar mis planes.
—¿Y si me voy un mes a Madrid y desde esa habitación me dedico en cuerpo y alma a terminar mi primer libro de poesía? —le pregunté a mi versión más soñadora y de inmediato me dijo que si. De niños no sabemos decirle que no a nuestros sueños.
Para no hacerles el cuento largo. Todo se acomodo. El tiempo exacto. Una cifra que en este momento me pude permitir. Después de 7 años volví a gozar de libertades que me han traído hasta aquí.
Dos semanas antes de llegar a Madrid, me cancelan la habitación y me regresan el depósito. No me angustié, porque hoy a mis casi treinta años, solo hay dos cosas que me pueden quitar mi paz: enfermarme o que mis padres enfermen. Para todo lo demás, hay remedio y alivio.
Siempre tuve muy claro a qué venía, a terminar mi libro, y anhelaba poder hacerlo en una habitación donde entrara la luz por un balcón con vista a la ciudad. Miren que lo encontré, lo encontré. Una semana antes de llegar. No tiene un balcón, tiene dos.
Pero eso es lo de menísimo, cuando les diga, que en la puerta de enfrente de mi edificio hay un letrero que dice: EDITA TU LIBRO. Primero lo tomé como una señal de que me pusiera a trabajar, luego salió un hombre llamado Antonio, al verme curiosear detrás del cristal, me invitó a pasar.
En ese momento no lo pensé. —Cuando veas una puerta ve tras ella, cuando cruces esa puerta habrá otra puerta esperándote, y detrás otra— en esa puerta me esperaba la editorial que va a publicar mi primer libro.
Basta con saber qué es lo queremos. Me ha llevado una vida atreverme a decirlo en voz alta: quiero dedicarme a escribir. Y hoy más que nunca lo creo posible.
Con el corazón en la mano,
Jazmin
Hace y algun tiempo mi alma me dice que me mueva de lugar, donde estoy es comodo pero me esta costando mi salud mental, gracias por tan bellas palabras y ahora estoy convencida de irme y empezar de cero, porque me esperan muchas puertas graciaaaaas.
Wow. Me conmovió muchísimo el alma que le estás poniendo a cada paso