Me pregunto, ¿a dónde se han ido los recuerdos de mi abuela? ¿En dónde quedó quienes fuimos, en qué parte de ella atesora los recuerdos del amor correspondido de sus nietos e hijos? Me gusta pensar que en sus manos.
Sus manos son necias, es donde más fuerza tiene del cuerpo, ahora cada vez las sujeto menos, responden a mi tacto solo por unos instantes antes de desconocer hasta el roce de una mano, muchas veces se las ha tratado de meter a la boca, para comerse un dedo, mi abuela, que no ha perdido el apetito y eso la mantiene con vida.
Y la atención y cuidado de quienes procuramos que sus últimos días en este plano llamado tierra, llamado vida, sean dignos de una mujer como ella.
Abuela, me gustaría decirte que he publicado un libro, se llama El calor del invierno y lo más interesante en él es que te escribí un verso. Habla de ti, estoy hablando de ti y ahora te he dejado perpetuada hasta la eternidad.
Tu dolor no será en vano porque habrá quien pueda leer entre líneas y entender a tiem…
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