Dicen que donde fuiste feliz no debes volver. Y estoy de acuerdo. Porque la alegría vivida pertenece a ese único momento. Es irrecuperable, como ese calcetín del que nunca volviste a saber nada tras echarlo a la secadora. No volví a Madrid queriendo subirme de nuevo a la nube de la que me tuve que bajar porque el tiempo se había acabado. Ya hace un par de años que decidí dejar de añorar el pasado. Y el mes de marzo, forma parte de él, como todo lo que viví estando en Madrid.
Por nombrar un par de cosas de las que me despedí: una habitación preciosa donde la luz se pronunciaba con fuerza, dos balcones por los que solía asomarme cuando escuchaba a gente reír en ese callejón pequeño donde estaba mi departamento; la emoción de un sueño a punto de cumplirse; la satisfacción de trabajar todos los días en lo que fue mi mayor proyecto, mi primer libro de poesía; la cercanía de la editorial que estaba en la puerta de enfrente; esa conversación continua con la amiga que veía casi todos los días, la seguridad con la que decidí que volvería. Una ciudad que empezaba a sentir mía.
Nada de aquello queda ahora. A nada de aquello volví. Duró poco, duró muy poco para la felicidad que alcancé. Como si de una carrera se tratara y al cruzar la meta, volvieras al lugar donde inició, como quien despierta en una cama ajena y se desconoce a si mismo, por un segundo. Así fue volver. Porque desciframos nuestra existencia alrededor de lo que nos rodea, de lo que llamamos nuestro, de los objetos de los cuales nos hemos apropiado, de nuestras costumbres, de nuestra rutina, y este año lo único que conservo de todas mis versiones pasadas es un cuerpo humano que ha perdido peso, ni siquiera mis libros que son mi mayor adquisición los traje conmigo.
Siempre creí que el desapego era una virtud, ahora, creo que es, un instinto de supervivencia.
La habilidad que más me enorgullece haber desarrollado porque me ha dado calma en medio de cualquier brecha: no perder, sino aumentar, mi capacidad de asombro.
Vivo en el asombro constante de la única verdad que prometo recordarme siempre:
se vuelve a empezar muchas veces.
Y aquí estoy, haciendo camino al andar.
Con amor,
Jazmin
Como anillo al dedo, que lindo jaz!
Nada se siente como las primeras veces.